Thursday, September 29, 2011

Curitas para un sistema sociopolítico en estado crítico

Ricky Rossello 2012
EL VOCERO
29 sept 2011
por Ricardo Rossello Nevarez
En días recientes, han surgido nuevas propuestas presentadas por ambos partidos de mayoría para enmendar las secciones 933 y 243 del Código de Rentas Internas federal, a fin de generar nuevos incentivos federales que supuestamente estimularían nuestra economía y generarían más empleos. Pero, ¿cuál es el efecto real de estas propuestas para el trabajador puertorriqueño y la economía? ¿Quién se beneficia realmente de ellas?

Hay dos puntos fundamentales que se argumentan en este respecto:

Punto #1: Los incentivos contributivos traerán más trabajos para Puerto Rico.

Esto no es del todo cierto. La esencia del plan es crear un conducto para que miles de dólares generados por corporaciones americanas -establecidas en otros países para no pagar impuestos- lleguen a las arcas del Gobierno federal. Esos ingresos adicionales ayudarían a generar más empleos. Aunque tal vez esto pueda ser cierto, serían trabajos en los Estados Federados, no en Puerto Rico

Punto #2: Promete devolverle a Puerto Rico la competitividad perdida.

Los proponentes apuntan a que, cuando existían las 936, se creó mucha manufactura en la Isla, y tan pronto acabaron los incentivos, estas empresas se fueron. Esto es un mito. Si bien es cierto que muchas compañías se han ido, ha sido por otras razones que no tienen absolutamente nada que ver con los incentivos federales que recibían previamente.

El problema de estas nuevas propuestas es que tratan de revivir incentivos corporativos que aplicaban a una época ya pasada. Además, con el tiempo, estos incentivos probaron ser un “mantengo corporativo” que solo benefició a las compañías y nunca produjeron el mayor empleo y estímulo económico que prometían. De otra parte, Washington está buscando la manera de cerrar los concebidos loopholes (o deficiencias) en los códigos que permiten reclamar diversas deducciones contributivas, por lo que las propuestas presentadas se ven destinadas al fracaso ya que van en contra de esta corriente actual.

Para los 1950, cuando se estableció el sistema sociopolítico actual (ELA), el panorama en el mundo era muy distinto. El Puerto Rico de antaño pudo atraer manufactura mediante incentivos federales ya que era (y sigue siendo) una posesión de Estados Unidos y la mano de obra era relativamente diestra y barata. Estos atributos creaban un ambiente favorable, relativo a otras economías en desarrollo y países afectados por la Segunda Guerra Mundial.

Pero el panorama de hoy presenta a India, China y Brasil como potencias económicas; fuertes bloques económicos como la Unión Europea y el NAFTA (North American Fair Trade Agreement); y un desarrollo económico global, impulsado por avances tecnológicos modernos, que favorece las economías del conocimiento, el servicio y la innovación, no tanto las de manufactura.

Por lo tanto, la posición idónea que tenía Puerto Rico hace 50 ó 60 años para desarrollar una economía basada en la manufactura, se ha erosionado. Y no importa cuántos créditos ofrezca el Gobierno federal; si las compañías pueden producir con mano de obra más barata, lo harán en otro lugar. Con más opciones que en el pasado, la competencia es mayor. Y si no tenemos el beneficio de una plataforma robusta de innovación, servicio, o capital humano, tenemos muy poco que ofrecer.

La realidad es que estas nuevas propuestas solo presentan beneficios directos a algunas compañías que ya están en Puerto Rico, sin ninguna estipulación para la generación de nuevos empleos. Por lo tanto, el trabajador puertorriqueño no verá un beneficio tangible. Los efectos económicos son mayormente para la economía de EE.UU.

Asimismo, se entiende que el propósito fundamental de estas medidas es darle dinero adicional a corporaciones estadounidenses que están produciendo en Puerto Rico, a fin de que se sientan incentivadas a extenderle la vida al sistema sociopolítico del ELA, ya que un cambio de status para Puerto Rico afectaría estos nuevos ingresos. Por ende, el pueblo no gana con esta política pública, pues no está diseñada para generar empleos, sino para mantener la plataforma política colonial.

La economía puertorriqueña no se arregla con créditos contributivos para grandes corporaciones, ni con esquemas de redistribución. Se arregla atemperándonos a la realidad global, enfocándonos en nuestras necesidades, y construyendo una economía basada en industrias del conocimiento.

¿Se imaginan a Puerto Rico como un centro mundial o regional de investigación y desarrollo para la biomedicina, generando curas para enfermedades que nos afectan? ¿O en el sector de la energía, generando mejores mecanismos de energías renovables?

Yo digo que sí podemos hacerlo. Pero nuestra visión de futuro tiene que ser una de cambios audaces, y no una de poner parches a una plataforma quebrada. Hay que eliminar ese obstáculo del actual sistema sociopolítico colonial desgastado, para así comenzar a elaborar un nuevo sistema que sea moderno, efectivo, y de verdadero beneficio para todos los puertorriqueños.

La terapia de ponerle curitas a un sistema en estado crítico no funciona y es muy peligrosa.
Estamos simplemente creándonos falsas expectativas de progreso, y postergando lo inevitable… el paciente pasará a mejor vida.

Cambiemos esa fallida terapia, y comencemos a construir un Puerto Rico de verdadero progreso. El poder está en nuestras manos.

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