Friday, April 17, 2020

LA PERTINAZ DESCOMPOSICION

Mario Ramos - Historiador
EL VOCERO
Publicado el 17 de Abril de 2020

El presidente del Senado Thomas Rivera Schatz presentó el 24 de marzo la Resolución Conjunta del Senado 99, dirigida a que se declare “como política pública que la única forma de asistir a la economía de la Isla es que el Congreso la integre a la economía nacional, extienda trato igual en los programas federales como parte de Estados Unidos igual que los diferentes estados. La igualdad es el único mecanismo de desarrollo económico que hará la diferencia para los residentes de Puerto Rico”.

Lo que buscaba la resolución, que inexplicablemente fue rechazada por la Cámara de Representantes, es que en estas circunstancias coyunturales en las que se encuentra la nación se pueda participar de todo desarrollo económico, de política contributiva, de políticas sociales y de ayudas federales en igualdad de condiciones a los cincuenta estados de la Unión. O sea, la resolución tenía dos propósitos: la igualdad y que el PNP volviera a ser lo que fue en tiempos de antaño, un partido ideológico.

Tres semanas después, sorpresivamente, la Cámara de Representantes aprueba una resolución para pedirle al secretario de Justicia de los Estados Unidos, William Barr, que no apele la decisión de la Corte de Apelaciones del Primer Circuito en Boston para que la misma advenga final y firme. La misma propuesta de Aníbal Acevedo Vilá, y que a todas luces el líder popular busca que en la finalidad de la controversia judicial el resultado sea que el Tribunal Supremo no se pronuncie sobre el “estatus”, y que bajo el ELA esos beneficios se pueden conseguir. O sea, otra vez lo mejor de dos mundos.

Lo que se viene dando desde hace años es una descomposición política dentro del PNP. Los grupos de intereses con fines pecuniarios y de acceso al poder para poner en marcha la industria de contratos y clientelismo ha carcomido al que una vez fue un partido de propuestas de avanzada. Todo esto ha devenido a que en las actividades políticas los empleados gubernamentales todavía afiliados a ese partido se vean en la obligación de asistir porque los miembros del corazón del rollo ya no asisten.

La actual Cámara de Representantes dominada por el PNP, como una impresionante industria de contratos y clientelismo —que hasta su presidente tenía su sobrino en nómina— es una madriguera de consuetudinaria genuflexión al coloniaje. La parte más colonialista del PNP se encuentra allí. La versión azul del Partido Popular está en ese cuerpo legislativo, que es un abanico de diversas tendencias fundamentalistas de todo tipo, clientelistas, de amiguismo, colonialistas y partidistas, por supuesto. Es el país de los nibelungos en su versión colonial.

Ese comportamiento exuberantemente manifiesto ha incidido —entre otras cosas— en que una nueva figura política aparezca en el escenario; el “soy estadista, no penepé”, figura que evidencia el monumental descontento con el giro político que ha dado el que debería ser el partido de la igualdad política y que ha devenido, a su vez, en ausencia de disciplina de partido y de militancia dentro de la misma base.

En los últimos años ocurre un fenómeno en Latinoamérica referente a los partidos políticos. Los una vez sólidos, con gran estima por parte del pueblo, han ido mermando y perdiendo apoyo. Esto lo analiza muy bien Noam Lupu en su seminal libro: Party Brands in Crisis: partisanship, brand dilution, and the breakdown of political parties in Latin America. Los partidos como marca deben su éxito a sus programas de gobierno, su ideología y lo que sus líderes representen. Los pronunciamientos, posturas y legislación antagónica a la imagen histórica del partido mismo erosionan aceleradamente el apoyo.

Lo que hace un tiempo dijo la hija del fundador del Partido Popular, Victoria Muñoz Mendoza, de que su partido había perdido su alma, igualmente podemos decir del PNP. Las consignas usadas por don Luis Ferré cuando su fundación en 1967, “los humildes serán los primeros”, “vamos a la nueva vida”, y luego bajo don Carlos Romero Barceló de “la estadidad es para los pobres” —consigna que en toda su dimensión incluye a los que no pueden tener un acceso digno a la justicia— ha sido olvidado desde hace mucho tiempo por líderes que solo buscan la inmediatez de su codicia. Como lo detectó una vez el historiador inglés, Raymond Carr, en su extraordinario libro, Puerto Rico: a colonial experiment, el PNP tiene un asombroso poder de autodestrucción. Y en estos tiempos, más que nunca, ha quedado manifiesto.


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