ISLA EN SU TINTA
EL NUEVO DIA
por Eduardo Lalo
sábado, 5 de noviembre de 2016
La práctica de la ignorancia
Desde las elecciones de 1968 se han turnado dos partidos en el poder. Desde entonces son 12 elecciones y 48 años. La inmensa mayoría de los puertorriqueños vivos no han visto otra cosa que el gobierno del Partido Popular Democrático o del Partido Nuevo Progresista.
Cuando se habla de los responsables de la deuda y la crisis social y política, no debería caber duda de sobre quienes recae la infamia. Sin embargo, no es esto lo que ocurre comúnmente y vemos ahora, a una semana de las elecciones, a las mismas fuerzas políticas disputándose la victoria. En nuestra sociedad no hay responsables del presente por una sencilla razón: porque los electores nunca lo han sido.
Más que creyentes en una causa, un modelo o una ideología, han sido, en el mejor de los casos, cómplices y oportunistas y, en el peor, que es el que determina el peso de las grandes mayorías, ciudadanos practicantes de la ignorancia.
El país se ha erigido a partir del denominador común más bajo: mientras menos cultura mejor. Hemos sido sometidos a una máxima necia: mientras menos fondos se dediquen a la educación y al fomento del conocimiento más habrá para la “obra pública” —autopistas, coliseos, la hiperlactancia de la corrupción, la dependencia y el mantengo —que asegura el clientismo, posibilita la masa fanática del “corazón del rollo” y engrosa las cuentas bancarias de los colaboradores y arquitectos de la causa.
Por décadas, los medios de comunicación representan la imagen “típica” de los puertorriqueños. El personaje apenas puede expresarse y relacionarse. No trabaja (o lo hace irresponsablemente), no duda de nada, le basta lo que tiene en la cabeza o lo que diga la autoridad: el partido, el ejército, el jefe, el pastor. Estos personajes se encuentran siempre a un paso de la minusvalía. La risa que provocan se dirige a sus cuerpos grotescos, a sus voces aniñadas, a su expresión libre y gozosa del disparate.
Los tipos que representan no se perciben como un mal social y un impedimento para el desarrollo. Si alguien critica esta representación de figuras del pueblo, se le acusaría de elitismo. Curioso fenómeno éste que le da inmunidad a un grupo de políticos, que manejan esta misma ridiculización y degradación de lo popular, para armar sus bases de poder y acumular sus fortunas. Singular estrategia para, en muchos casos, terminar lo más alejado posible de esa masa de “buenos puertorriqueños”, cuando disfruten de un retiro temprano en Maryland o en una urbanización lujosa y cerrada de la Florida.
El bajo nivel cultural y la ignorancia generalizada no han sido problemas para los partidos que llevan casi medio siglo turnándose en el poder. Sus prioridades siempre fueron otras. Aun cuando hablan de educación y cultura, lo hacen para negar su crecimiento y desarrollo. Puerto Rico es un país lleno de universidades que no producen universitarios.
Se mina y contrae al primer centro docente del país y se fomentan y privilegian instituciones privadas, que albergan una masa de estudiantes que en su mayoría no están capacitados para estudios superiores. Las becas federales y los préstamos estudiantiles, aseguran fortunas a quienes manejan cuestionables instituciones sin fines de lucro, que son camufladas empresas de la impostura. En algunas de ellas ya no existen estudiantes sino “clientes”, ya no se enseñan disciplinas y carreras universitarias aceptadas y reconocidas universalmente, sino que se estudia “haciendo lo que te gusta”.
En uno de estos negocios de trata humana no hay bibliotecas que merezcan ese nombre, pero sí hay una pomposa biblioteca de un ex gobernador. Este tipo de instituciones que sólo tienen de universidad una palabra de su nombre, conceden títulos en profesiones inexistentes y fantasiosas a millares de “clientes” incapaces de leer un texto y de escribir correctamente una carta.
Es difícil imaginar que en las elecciones estadounidenses alguien esté dispuesto a votar por Donald Trump. Sin embargo, las causas no son arcanas. Sólo hace falta observar la gente en sus concentraciones multitudinarias, escuchar lo que dicen al ser entrevistados, catar su nivel cultural y sus concepciones del mundo.
Algo similar ocurre en Puerto Rico cuando se considera el 40% de adultos, que según las encuestas, estarían próximos a votar por Ricardo Rosselló. Algo similar me ocurre cuando percibo a un por ciento equivalente de populares considerando las ventajas del autonomismo del ELA. Una y otra tendencia son puestas en práctica de la ignorancia.
En la noche del día de las elecciones comenzarán las celebraciones de una nueva camada de incapaces. En los próximos años seguirán abandonando la escuela seis de cada 10 estudiantes. Se graduarán de pseudo universidades millares de estudiantes de bajísimo nivel profesional. Se atacarán los 11 recintos de la Universidad de Puerto Rico. Se dirá que el Instituto de Cultura Puertorriqueña no sirve para nada y debe desaparecer.
Se querrá invertir en salones inteligentes en los que se pasarán “Power Points” que ni siquiera cumplen la función didáctica de un dictado. Se contratarán empresas que prepararán manuales escolares en los que un libro se reduce a un pasaje de tres o cuatro párrafos. La Legislatura hará cientos de homenajes y repartirá un número semejante de pergaminos. Se celebrarán docenas y docenas de encuentros académicos y profesionales en los que un público emperifollado se distraerá mirando las pantallas de sus celulares y tabletas sin poner atención a los conferenciantes. Incontables sesiones de educación continua de las más diversas asociaciones profesionales se justificarán por la frecuencia y variedad de las meriendas.
Escucharemos los tópicos de siempre: que aquí se vive bien, que todo el mundo quiere emigrar a Puerto Rico, que una infinidad de países están peor. Escucharemos en la radio y la televisión el escándalo del día, el más reciente caso de corrupción, el nuevo divorcio de los famosos, la ola de asesinatos del fin de semana, los cuernos en la pareja ideal, la violación, el incesto, las tundas impartidas, los machetazos entre hermanos y padres de las familias que votaron con una sola cruz bajo la insignia; conoceremos las estadísticas de narcodependencia, de diabetes infantil, el número de mujeres asesinadas por sus parejas; nos informarán de las 19 causales que el ciudadano tiene a su disposición para solicitar su clasificación como incapacitado.
Ésta también es nuestra deuda: la de un pueblo que no ha sido capaz de pensar antes de votar. Un pueblo que ha preferido la práctica de la ignorancia.
No comments:
Post a Comment